El cuerpo como fábrica y el cirujano como su arquitecto
Abstract
¿Si el cuerpo humano fuera realmente una fábrica, podría el cirujano ser considerado su arquitecto, como algunos se pregonan en estos tiempos? Esta es la cuestión planteada por el autor y, a tenor de lo discurrido, su respuesta es negativa: porque así como el arquitecto es el artífice de su obra –fábrica o edificio- el cirujano no es el artífice de la complejísima fábrica biológica –vulnerable, deteriorable y caducable– que es el cuerpo humano, la cual le es dada como objeto de las acciones de sus manos y de sus instrumentos. El cirujano cura y restaña sus heridas, alinea e inmoviliza sus huesos fracturados para que su reparación llegue a buen término, penetra por sus orificios naturales o dibuja sobre la superficie corporal incisiones que le permitan llegar a sus entrañas, las explora con sus manos o mediante instrumentos, destruye y reconstruye sus partes enfermas, sustituye órganos vitales que no le ayudan a vivir por los extraídos de cuerpos donantes, y concibe, diseña y hace fabricar artefactos o prótesis, como recambio fragmentos corporales deteriorados o desgastados, como arterias o articulaciones. Otros cirujanos, en la predominante cultura de la modificación del cuerpo , retocan una y otra vez su fachada envejecida ineludiblemente por el paso del tiempo, empeñados en la búsqueda incesante de una belleza icónica y mediática e intemporal, una pretensión que puede conducir, y a veces conduce, al desvarío quirúrgico. En definitiva, el cirujano es incapaz de poner de pie, ex novo, una fábrica biológica como la del cuerpo humano y, por lo tanto, no puede ser su artífice, como lo es el arquitecto de su edificio. A lo sumo, es el restaurador de sus entrañas deterioradas y el modificador de su fachada, de su apariencia.